
no el dolor la podredumbre
ni las noches ni el olvido
eran otras las rabias
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no la sangre los pedacitos
ni las cartas ni lo dicho:
lobos de ínfimas mandíbulas
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y qué -malditos míos-
decía este Ernesto menor
Ernesto de península
y cinco hijos sanos:
¿sabréis vivir
con lo que me enferma?
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miraba a su corazón
en fauces que huían
Julio Obeso González