martes, 15 de enero de 2008

ULTIMAMENTE



Me resisto a pensar que soy un hombre viejo.
Ah, amigo mío: Qué lento ataúd.
Invento disparates, no sé:
“Mejor que nunca, aún bello, sexo activo,
pedernal”.
Las varillas que me vuelven severo
penetran huesos inviolables,
hablan asfalto
y comienzo los días -muy correcto-
en los pasos de cebra, en los diccionarios,
en los códigos, en las notarías,
en el oficio amanuense de los axiomas
largamente vendimiados.
Oscurecen mis ojos y las ropas
-ya casi cielo agorero-
premia la luz cualquier sorpresa,
y un día sin dolor se vuelve mandarina.
Cepillo la corteza que apuntala el aliento,
piso el aserrín del silbo.
Qué lento guarda mis cosas el olvido.

Julio Obeso González

TRILOGÍA DESALENTADA


Cada vez eres más transparente.
No me valen ya las manos.
Jamás luché con más motivos
ni me rendí con tanto esfuerzo.
Te guardo un rencor de ternura
-extraña adolescente amarga-
no cumplida.
Toso atragantado por recuerdos
que me engañan
(siempre supongo una segunda intención
y no debiera,
me han demostrado con creces
su larga inocencia)



¿Se puede y se debe morir de ignorancia?
Antes no éramos así.
Las tardes aplaudían nuestras sombras.
Algún amanecer ejemplificó su bostezo
citando aquellos guiños.
¿Cuánto hará que ocurre?
Sin tus manos no hay viaje.



Ridiculizas mi piel
-ni te enteras-,
volteas el guante
y queda
a flor de miseria,
cuanto fue intento.
Un "nunca"
que abra mi carne
y cierre el deseo.
No te buscaré
en otras,
aunque encuentre
algo semejante
a tus labios
o un rastro de senos.

Julio Obeso González
 

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