lunes, 23 de febrero de 2009

Manifiesto desenamorado



Ya no es ojo la añoranza que mira

ni temblor el zumo que te nombra.

Doy en vértigo porque despierto

azotado por la lluvia.

Si hubo calor, sorpresa,

un algo juntos, un poco nuestro,

el hacha terminal cosió la boca

(piel que te sobra

-odio mío-

en este desgaste atroz de la memoria)

Podría pasar de largo,

no llegar nunca sin un manojo

de lápidas;

decir, la ternura que te dobla

no son mis manos y otros son los labios,

pero me mata el ruido

(vengativas colmenas

zumban en el reloj)

Podría manejar a ciegas el laberinto

calcular el rostro

que tendrás al fin del siglo.

Es tan evidente nostalgia de ararte,

de hundir, fecundar:

¡oh, antiguas cosechas!

que proclamo inservible

cuanto nace en la sangre

y no cunde.

Julio Obeso González

 

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