martes, 29 de julio de 2008

Imposible


amé a una mujer
que dormía en La Toscana
nos fugamos en tren
tenía unas rodillas preciosas
y otras articulaciones
que temblaban en pantalla
al sonar la música
(podría dibujaros su risa)
jamás me consideró una alternativa
nunca mintió sobre eso
era yo con fantasías
de lunas cuadradas
el que garabateaba en los portales
"lo nuestro"
llegué a quererla
hasta que el dolor me hizo
invisible o cobarde
abrí el olvido con más daño
la sigo a la distancia
en que se mide a las gacelas
y ella siempre regresa
cuando el otoño o las postales
aderezan con ocre
los campos de Italia

Julio

voz propia


en su juventud se intoxicó
con esas setas alucinógenas
que nacían al pie de Rimbaud
le recetaron Bukowski
-ya ves- un médico rural
claramente: empeoró
y su melancolía enredada
en los pulmones
se tradujo en edema
llegó a toser y expulsar
corazones sanguinolentos
mientras Arthur y Charles
-a los pies de la cama-
discutían el tratamiento
sólo cuando les mandó al cuerno
y fue capaz de puño y letra
cedieron la fiebre/ las inflamaciones
y otros terribles síntomas
escribió una moraleja
en el anverso del diagnóstico:
“sino tienes voz propia
algunos hongos
pueden ser mortales”

Julio Obeso González
 

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