lunes, 9 de marzo de 2009

Ipso Facto


Miras en el espejo la cara que ya no es tuya y aún así, esperas que te hable. Ves un hambriento cordón umbilical convulsionando en el vacío, al modo de las serpientes heridas que buscan aire donde saben que lo hay, pero no está en esa hora. Te das de bruces con él y contra el suelo. Eres mármol mientras se extiende la tristeza de la carne muda y los labios toman la textura de las nueces.
El espejo ya no es relevante porque mira a la pared y tú a la alfombra, frente contra frente, intentando un imposible mentalismo. No hay un cine donde se estrene el pasado cuando te vuelves tabla, sólo el cinismo de las pelusas.
Sabes que ya no hay más tiempo, sexo, tinta, hijos, risa, cartas, envidia, programas, café... Y quieres un último pensamiento, uno, porque casi ya no eres. Buscas las palabras que te sanaron, las que más te hirieron (ninguna será mentira: ¿De qué serviría engañar a las pelusas?) Y ya está. Es la muerte la que pasa en un soplo, vivir es largo, como ese cordón umbilical que ahora se afloja y ya no tiembla, y reposa a tu lado dando tus mismas bocanadas, allí donde estaba el aire.
"De escritos claramente oscuros"
Julio Obeso González
 

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