lunes, 30 de abril de 2007

LA MEMORIA DE LAS FLORES



Eran dientes de león
las despedidas, el alma atenta
a la esperanza de un encuentro
furtivo.
Gardenias fieras y altas:
Malditos destinos
en todos los funerales.
Se levantaban los ciegos
y cedían sus asientos
cuando el autobús pasaba
por la tienda
(jazmines eran la oferta)
¿Mienten las violetas
o esconden su miedo?
Romper un tallo para acercarte,
escamar espinas,
cincelar pétalos con tinta,
corola de amor imperfecta,
estambre al límite del temblor.
Tienen memoria las flores,
recuerdan que fuimos amantes,
mujer y hombre polen en
calles, hoteles incoloros,
estatuas móviles, extraños edelweiss
en una garganta sin eco.



JULIO OBESO

CELOS DE MANECILLAS


Te miro a las doce
unos y doses
disputan la simetría
que el nácar y el coral,
riñen a las aguamarinas.
Giran manecillas
mis ojos rítmicos,
recitan la letanía
dedicada a tus rincones.
(Se celan y dicen
que la duna de las tres
no merece comentarios)
Tu vientre a las cinco
sin decimales,
textura y tiempo
en orden.
Te miro a las seis,
perversión de tarde,
siesta cumplida,
santo y seña masculino
(De nuevo celosas avanzan)
A las siete
-un ángulo incómodo-
fijan el lunar
como referencia.
Cinco más cuatro
(superstición de manecillas)
con las agujas en jarra:
¿Es que nunca has visto un tres?
Te miro a las doce:
Ha pasado un día.



JULIO OBESO

ANOTACIÓN



Odio ser un cocodrilo
girando mandíbulas,
pero es que ya no me llamas
o añades avisos
(puertas al campo)
y se acorta la meseta.
Una sombra celestina
trepa las coletas
que desvaneces,
se agiganta la balconada
y no sé mirar tan alto.
El fuego se cobra fotogramas,
chisporrotea ocre
en la pantalla:
¡Lástima de escena
en la que el sofá, habla!



Julio Obeso

 

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