Odio ser un cocodrilo
girando mandíbulas,
pero es que ya no me llamas
o añades avisos
(puertas al campo)
y se acorta la meseta.
Una sombra celestina
trepa las coletas
que desvaneces,
se agiganta la balconada
y no sé mirar tan alto.
El fuego se cobra fotogramas,
chisporrotea ocre
en la pantalla:
¡Lástima de escena
en la que el sofá, habla!
Julio Obeso
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