sábado, 20 de diciembre de 2008

Memoria, dios, mujeres y música -I-

....................................................................Joan Miró

(Capítulo -I- del libro "Ernesto Disecado")
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La memoria de Ernesto era incierta. Lo incierto nos posiciona en el filo, es un ave parecida al halcón, pero su pico mata.
Aquella memoria ya tenía crímenes a su espalda y dos anillos de boda.
Era una bolsa de arpillera. Guardaba tiempo enfermo y otras calañas, malas calañas, que más tenían que ver con la ceguera, el albedrío de los dados, las casuales cigüeñas y las huellas.
Las huellas son las prostitutas de los ángeles.
La memoria de Ernesto era un accidente, uno más, como la mujer que amaba, el perro enterrado en el jardín, la cornisa desplomada de la iglesia. Si algún día tuvo puertas, lazos atados al pene u otros recursos, ya no existían.
En los bares encontró algo de paz, paz de aquella que se parece a la música. Cuando la vida le rodaba se sabía unos tres mil temas de jazz y fumaba a oscuras. La oscuridad nos invierte, entonces tener música en la cabeza, ayuda.
En los bares encontró algo de ayuda; el vino es un cirujano desde el hipotálamo, jamás diagnostica pero ejecuta con precisión su ciencia. Si nada esperas, morir es hallazgo. Las ventanas asomadas al vacío se parecen al jazz.
Ernesto amaba a John Coltrane, a esa sombra que extendía sonoras sábanas desde una ventana asomada al vacío. Billie Holiday era un recurso si la mujer que amaba, había negado la noche. A oscuras fumaba y follaba aquella melancolía de mirada húmeda. El blues tiene labios capaces de ponerte un condón a ciegas.
Ernesto consideró algún tiempo si la ceguera sería el negativo de una mirada, pero Billie no le esperaría siempre y él tenía en el sexo, una prioridad invencible. El piano es un preliminar, la zona erógena de un muslo diabólico.
El sexo es un espejo, en la masturbación somos vampiros de tristeza agónica, seres fabulosos al fin.
La memoria de Ernesto salía a la llamada de la música o se espabilaba en la voz de Raquel. Raquel no cosida a una sombra, venía de los niños perdidos y su pecho sonaba como un reloj. Sólo viajó una vez y fue para siempre. Los trenes mienten a quien tiene un destino.
El pecho de Raquel a veces sonaba como un tren aunque se empeñara en parecer sincera. Apenas sus muslos diabólicos comulgaban sin confesión. Dios tiene un lazo atado al pene y en los ojos dos ventanas asomadas al vacío. Lee libros de arcanos que hablan de dioses y mira mapas de otros mundos. Se enternece con los grillos de alas dodecafónicas, cada noche vigila que no se repita una nota hasta que se complete la serie. A todos los grillos vigila.
Los libros son mendigos de otros mundos.
Un día consideró si la pobreza era antónimo de sí misma y se preguntaba cómo había nacido, quién habría sido el primer pobre, pero Raquel no le esperaría siempre y se acostó para hacer el amor entre sus pechos estéreos: Trenes y tiempo.
Julio Obeso González

lunes, 8 de diciembre de 2008

CIEN AUTORES CONTRA EL MALTRATO

El maltrato cobra dimensiones escalofriantes y tiende a tratarse en el espacio de la numerología, como los accidentes de tráfico, los laborales. Hay además, enfoques que desvirtúan las respuestas -escasas – que tanto desde las instituciones como el ámbito personal, tratan de paliar este problema.Con frecuencia se transmite que el maltrato es un problema de las mujeres y desde ellas ha de nacer la solución. Si los hombres no nos implicamos, difícilmente esta lacra dejará de serlo.Cuando abrimos este blog ibamos a llamarlo "Hombres contra el maltrato", queríamos conseguir el compromiso masculino, pero considero mucho más justo el actual título; la discriminación positiva puede ser una figura jurídica pero no satisface lo que pretendemos. A la mayoría de los destinatarios de esta invitación, os es familiar "Blogger". Sabréis que se pueden integrar hasta un máximo de cien autores por blog, es decir, colaboradores que pueden postear cuantos comentarios quieran. Eso nos dio la pista para el título y la idea que ahora os proponemos. Nos gustaría que "Cien autores contra el maltrato" no fuese sólo un nombre sin contenido. Con vuestra colaboración indispensable, pretendemos que esta página sea un muestreo eficaz de las mujeres y hombres en el compromiso de erradicar a este "quinto jinete", resumen de los otros porque su actividad se extiende a lo largo de la historia, en el tiempo, por todos los continentes.Si es vuestro deseo, enviadme un correo a julio.obeso.gonzalez@gmail.com y os enviaré las invitaciones. Una vez que las aceptéis, quienes tengan un blog abierto con Blogger, verán que este blog se añade a los otros en los que son administradores o colaboradores. Los que no dispongan de este servicio, sólo precisan abrir una cuenta de correo en Gmail (poneos también en contacto conmigo si esto os resulta un problema)No hace falta que os diga que cada cual puede escribir o subir lo que quiera: Noticias, vídeos, audios, opiniones, poemas, montajes, fotos… Según nos vayamos sumando, iré cambiando el número que nos falta para completar los cien autores, en el sidebar de la derecha. Cualquier sugerencia sobre el funcionamiento, estética, método, contenido etc., será implementada de inmediato.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Gacelas en la melancolía



Creo que las gacelas, cuando son veloces cenizas y tan sólo abarcan el territorio de su sombra, se parecen a la melancolía. Aunque guarden en su boca el gusto irrepetible de la clorofila, la sal, que no deja de ser un cansancio hipertenso, encuera el anverso de la lengua (probad a decir algo sencillo: “día aciago, luz perversa” si las hormigas que adormecen la envenenaron): Un día, otro día y otro día.
Apezuñan arenas repetidas, carboncillos humeantes bajo el contraste de cualquier horizonte, hasta que anochece y se encienden íntimas para consumirse sin brillo. ¿Cómo espabilar a herbívoros sin hierba? Nada es menos apetecible que los gusanos si te devoran gusanos, que el aire si ardes por accidente, que las palabras urgentes cuando de pausa o maniatado enmudeces: Un día, otro día y otro día.
Imagino camadas pendientes de ubres tristísimas, con bigotes de arcilla que el instinto empuja hacia el alma (por decir lo de adentro), secando lo enviciado por el rocío, testando el aire que se detuvo a medir desiertos. Crece la alerta: ¿Qué depredador o duda atacaría siluetas, cuando ni los fúnebres revolotean? Pero no es alarma por la vida, sólo hambre atenta, hartazgo de lo repetido: Un día, otro día y otro día.
 

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