martes, 25 de agosto de 2009

Debe de haber muertos



¿Qué banco gestiona la fortuna de la muerte? Los desaparecidos en el agua: ¿Son una partida imputable al gasto? ¿Qué ocurre con esa tierra que no ocupan. Alguien la declarará no urbanizable, no apta para la siembra, dos metros cuadrados eternamente estériles? ¿Serán los suicidas números rojos? ¿Contraen sus pulmones y desaparecen sin más? ¿Adónde llevan sus últimas voluntades? ¿No serán perseguidos por los de las chisteras, no tendrán que descolgar teléfonos ni mirar saldos o desear que se incendien los libros de las tiendas?
Si una bomba revienta a la hora en punto de algún paso, los trocitos esparcidos, la lengua y su cuajo: ¿De qué son extractos?
Aquellos apuntes dudosos: Un explorador perdido, el avión no hallado, el soldado sin nombre, los indios que no se llamaban “Toro Sentado”, el indigente al que ya no indagan, los que prefieren beberse el cáliz a encontrar el grial: ¿Qué ventanilla los atiende?
¿No tiene la muerte tetas enlutadas, como automáticos cajeros, para la interminable cola de mamíferos que alzan su llanto, en mitad de la noche?
¿Existen sucursales de guardia capaces de abonar un pagaré urgente, no sé, por ejemplo: Una puñalada? ¿Sufrirán atracos con cada nueva vida: Un bautizo a mano armada, un alunizaje de cuna, un túnel perfecto de incubadora? ¿Qué alarmas saltan, a quién avisan sus luces negras? ¿Es éste el resumen de lo que somos, muertos haber y muertos deuda?
Julio Obeso
 

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