martes, 28 de agosto de 2007

DECORADO PARA LA TRISTEZA


Puede ser maíz temblando de sed
o un violeta veneno en el vino.
Las espaldas son tristes, extensas, pero tristes.
No va más allá el azud
y sus jumentos prolongando yunques.
Algunos hombres son así:
Lomos de atunes fríos o
azules aves milenarias.
Los trombones ceniza, los centros de azucenas
o una torcaz bajo la cintura,
sedimentan en el ojo lóbregos camposantos.
Julio Obeso

jueves, 23 de agosto de 2007

MENCIÓN



En aquel olvido la vida no fue egoísta.
En el rumor del labio no existía tristeza.
El río cuidó desde el manantial lágrimas y descenso.
¿Untarse el párpado
o cerrar los ojos sin escrúpulo?
Estival memoria:¿Qué nombre?
Acaso hay un delta para lo innecesario.
En aquel olvido se congregaron quejas, sus ancianas venas
eran signos en el iris -colmena de cristal-,
zumbido de molesta trayectoria.
Posiblemente hubiese ocurrido.
Posiblemente sin rencor, sobre una cama.
Tristeza enredada, pero defendiéndote.
Ya no volverá esa evocación amparada en su dolor.

Julio Obeso

viernes, 17 de agosto de 2007

REFORMAS HOGAREÑAS



CAPITULO 1. REFORMAS HOGAREÑAS.

Envasaba a los camaleones en tarros medianos llenos de disolvente cuando más verdes estaban (si lo que deseaba pintar eran ventanas), o los situaba, de buena mañana, sobre papel de regalo, para las cenefas de la salita.
“Nunca colaboran –pensaba- Ya sé que no les debe hacer ninguna gracia, pero las causas son las causas, además si no chillan es que nada sienten”.
Se encontró mejor con el asunto enfocado y cogió a la niña en cuello: “¿De quién son estos ojitoooss?”
-Míos-
De negro estaba bien así que la dejó seguir jugando.

jueves, 16 de agosto de 2007

SEMBLANZA





Por la boca del pozo escucho
un eco,
zapateo de rayuelas.
Estoy aquí profundo y fresco:
Profundo y fresco.
Apuesto por los insectos
en horas suicidas.
Habla
el agua que llega de lejos,
de antes, de lo
h
o
n
d
o,
como la tristeza.

Julio Obeso

martes, 14 de agosto de 2007

EXPONGO


Ya no sufro.
Doblo cuidadoso el tiempo
que me han cedido
lápices y papeles.
Soy un lar -ropa cómoda,
chimenea,zapatillas-
vigilando los secretos
movimientos de un alma
tan desbastada
que es omisa, expuesta,
     diana.
También decidí
electrificar los márgenes
de estos pagos comunales,
virtuales pastores
     no     soldados,
cuidan de mi pecho en intemperie.
No soy más feliz,
solo conseguí que los cometas
llevasen en sus colas
las cartas que nunca llegaron.

Julio Obeso

domingo, 12 de agosto de 2007

APÓCRIFO


Ah, sí: Mi mundo no es de este reino;
vivo todas las tentaciones y delego
en tu nombre.
¿Por qué no me olvidas?
El último cáliz a la luz de luciérnagas.
No hay tarea, empeño, muerte.
¿Lázaro?
¡Abracadabra!
Ve tú a preparar la mesa.
¿Diste canto a las ocas?:
-Perfecto-
Cambia pues la veleta, tengo presagiada
una corona,
      mordisco,
          sangre,
           traición.
Olivos, pan ácimo… ¡Será sonado!
Por los siglos de los siglos.
Amén

Julio Obeso

martes, 7 de agosto de 2007

El Mecenas (Capitulo 5 de: "Escritos claramente oscuros")



CAPITULO 5. EL MECENAS

Cuando el hambre ensayaba su desfile ocupaba la mente en complicadas operaciones, para que el hambre perdiera el paso. No se paraba a pensar las contadas ocasiones en que eso ocurría, la rutina es el mejor diapasón y se viste con uniforme. Comenzó interiorizando su sueño:
-Soy un buen poeta. ¿Nadie querrá pagarme un sueldo por escribir tres poemas diarios? Casi mil cien al año, más de veinte mil versos, seis libros de ciento ochenta poemas cada año, todos los años. Soy un buen poeta-
¡PAM, PAM, RATAPLÁN! El hueco de su vientre era un consumado metrónomo: ¡Izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda! El hombre del sombrero sobre la mesa, en otras ocasiones había adormecido a sus soldaditos con un café y algún bollo. Le hizo una seña para que se acercara.
-“Yo te pagaré ese salario, pero habrá una condición”-
No alcanzaba a comprender como algo razonado tan íntimamente, pudo ser captado por aquel hombre con su sombrero encima de la mesa. Lo más extraño es que no le suponía problema o curiosidad.
-“En este libro hay tres mil palabras, cada poema que escribas ha de empezar por una de ellas y la tacharás en la página. Una vez al mes me entregarás el trabajo. Cumple y no volverás a tener problemas con el dinero.”-Antes de irse le dio un adelanto.
Todo funcionó como el hombre prometiera. En aquella cafetería le recogía sus escritos, miraba el libro con las palabras suprimidas y, en efectivo, le pagaba. Su mecenas era un hombre realmente espléndido, cada treinta días le subía el sueldo. Allá por el cuarto mes los soldaditos se habían licenciado. Alquiló una casa y se podía permitir comidas que no sabía que existían.
Una vez terminado el libro, el hombre del sombrero sobre la mesa le entregó otro, con tres mil más. Fue entonces cuando se dio cuenta del hecho: No podía recordar las palabras que eliminaba, desaparecían de su mente al mismo tiempo que eran tachadas por la pluma. Aún así continuó, aunque el segundo libro fue incapaz de agotarlo. Perdió más de cuatro mil palabras conocidas y las que eran nuevas, nada le decían. Dejó de escribir y el hombre del sombreo sobre la mesa de pagarle. No necesitaba el dinero, había ahorrado una cantidad suficiente para poder vivir holgadamente, pero era incapaz de pedir una barra de pan o recordar el día de la semana. La cara falta de expresión y un hilillo de baba que descendía continuamente de los labios, provocó su internamiento en el psiquiátrico.
Al final de cada mes, un hombre con palabra fácil y profuso vocabulario, le visitaba. Se sentaba a su lado y le limpiaba la boca. De su sombreo sacaba unas hojas manuscritas que le leía. A él no le suponía problema o curiosidad.

Julio Obeso

EJERCICIO


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Imaginad un hielo azul,
náufrago con párkinson
de mareas.
Él a su vez sueña
con el viaje. Ha oído hablar
de lo mestizo
y tan serio su propósito,
se deshace en agua.
Antes fue tocador
para las aves más blancas,
juguete de orcas,
comentario para los australes
navíos. Imaginad ahora
un punto dulce
en una lágrima:
¿Lo veis?
El deshielo de los ojos
es el llanto.

Julio Obeso

EN LA NOCHE

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El pianista interpretaba con manos córvidas
una pieza imaginada:
“Lejos, lejos, niña herida,
muy cerca del primer beso”
Atraía los aplausos del llanto,
la coqueta sonrisa de la estatua
y un guiño cómplice al sábado agostado.
“Lenta, lenta, pequeña luz,
tras la mampara”

Julio Obeso

A love supreme


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De pronto todo el aire
es cereza
y tiene un modo de ave fría
temblando entre la muerte
y el vuelo.
Por más que quisiera defenderte
hay una voz de cosecha
en el aliento,
perfume final a frutos rojos.
No sirve entrarte
como un velero,
hendirte espuma,
gozarte como sandía
de brutales muerdos.
Me paran las horas
que se desploman
y la alquimia no resuelta
de volver carne
cuanto pienso.

Julio Obeso
 

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