en su juventud se intoxicó
con esas setas alucinógenas
que nacían al pie de Rimbaud
le recetaron Bukowski
-ya ves- un médico rural
claramente: empeoró
y su melancolía enredada
en los pulmones
se tradujo en edema
llegó a toser y expulsar
corazones sanguinolentos
mientras Arthur y Charles
-a los pies de la cama-
discutían el tratamiento
sólo cuando les mandó al cuerno
y fue capaz de puño y letra
cedieron la fiebre/ las inflamaciones
y otros terribles síntomas
escribió una moraleja
en el anverso del diagnóstico:
“sino tienes voz propia
algunos hongos
pueden ser mortales”
Julio Obeso González
1 comentarios:
Escribir es un largo camino
en la arquitectura de la voz.
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