domingo, 12 de agosto de 2007

APÓCRIFO


Ah, sí: Mi mundo no es de este reino;
vivo todas las tentaciones y delego
en tu nombre.
¿Por qué no me olvidas?
El último cáliz a la luz de luciérnagas.
No hay tarea, empeño, muerte.
¿Lázaro?
¡Abracadabra!
Ve tú a preparar la mesa.
¿Diste canto a las ocas?:
-Perfecto-
Cambia pues la veleta, tengo presagiada
una corona,
      mordisco,
          sangre,
           traición.
Olivos, pan ácimo… ¡Será sonado!
Por los siglos de los siglos.
Amén

Julio Obeso

2 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Julius:

Cómo un testigo de la sombra del Nazareno llevo años siguiendo las huellas de este campesino metido al oficio de carpintero por un padre afanoso y desmotivado políticamente que buscaba en una ciudad ese anonimato feliz, esa labor menos esclavizante y tortuosa que trabajar los campos de Bethlehem.

Como Artabán fuí llegando tarde y no he conseguido contactar con él, lo más cerca que estuve de ese Loco Maravilloso de Nazaret fue cuando amé a los míos, cuando lloré por los que sufren o compartí algo con gente desconocida e insociable, desclasada, peligrosa.

Este andar tras el que Ama, esa singladura me entristece. No consigo ver. No consigo Escucharle sino a través de los que le amaron o temieron.

No importa, leo tu "Apócrifo" y celebro la autenticidad del pulso, la sangre y el dibujo que sobre nuestra complicidad graba.

Un poema que si, que si vale, que es perdurable, que es defendible "per se".

Como muchos, casi todos, han intentado apropiarse de Iesu, como se han estructurado organizaciones, paises, siglos en su nombre, para desgracia de los ignorantes al icono propuesto y lucro y fortaleza de los regios principes purpurados, acceder desde tu corazón crítico y justo al que Es me resulta conmovedor.

Se que no hay en mi vida ni en mis poemillas huellas sino de un rezagado caminar por trochas tras El que Ama. Y se que nadie puede amar a nadie sino en primera persona y conviviendo. ¿Cómo pretender juzgar pués el amor entre dos amigos, dos amantes, dos coetáneos sin incurrir en prejuicios y subjetividades intraducibles?

La experiencia personal nos hace, nos dice, nos resitua. En la triple verdad del misterio:

El mundo, el presente, el yo.

A tu poema, ¡será sonado! Por los siglos de los siglos le reservo en mi alacena privada su lugar junto al aceite y el celemín.

Gracias por ser tan poeta cuando callas y tan Julius cuando con/versas.

Tu Victor


Un abrazote,

Tu Victor

Julio Obeso González dijo...

¿Sabes? Hace tiempo que decidí que la vida, este trozo de estar aquí, tiene sentido por sí misma.A Dios, el tradicional Dios del pensamiento católico, me lo presentaron mis padres. Fue amigo durante mucho tiempo, "AMIGO", así, con mayúsculas. Le tuve más cariño que temor. Participó presencialmente en casi todo lo que emprendía. Confidente y en cierto modo alcahuete de mis arbitrariedades, velo que corría para obviar faltas, en forma de confesión. Me acuerdo de un poema que escribí hace tiempo que terminaba diciendo:
"Dios era amigo,
yo: Niño"
Ahí, un punto de inflexión. Nunca me separé de su representación más humana. Mi familia se encargó de ello. Quiero decir que la figura de Jesús para mí, trasciende la simbología y me interesa como uno más de los temas que ocupan la casa del pensamiento. ¿Qué ha cambiado? No sé cómo definirme, digamos que soy un pagano que no espera más recompensa que la de un mañana mejor para mi hijo. La justicia, solidaridad, comprensión, mestizaje, son valores sin firma o todo lo más, consustanciales a la condición humana como sus antónimos. Ni Dios (cualquier Dios) ni la iglesia (cualquier iglesia) tienen derechos de autor sobre las buenas obras; lamentablemente no se puede decir lo mismo de algunas atrocidades cometidas en legítima representación de una doctrina.
Pegar el oído a la tierra, "escuchar a los que amaron y temieron" es en sí toda una religión, Víctor. Cuando Nietzsche habla de que ha sido el hombre quien creó a Dios y no al revés, creerle significa un acto de fe, como negarle.
Yo admiro, te juro que es así, la coherencia entre acción y pensamiento, siempre que ninguno de los dos sea destructivo. Un cristiano coherente, un musulmán consecuente, un laico comprometido, son hombres buscando lo mismo: dejar un mundo mejor para sus hijos. Que cada cual mida sus orígenes, la trayectoria evolutiva o regresiva de su corazón y actúe en conciencia y no con iconos.
Gracias compi por estar, compartir y "con-versar".
Julio

 

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