domingo, 2 de septiembre de 2007

SENECTUTE




“¡Desdichado de aquel anciano que durante toda su larga edad no ha visto que debe despreciarse la muerte! La cual, si con ella se extingue hasta la propia alma, no debe preocuparse y si, por el contrario, la ha de llevar a un lugar donde ha de ser eterna, es por lo tanto digna de ser deseada.” (CICERÓN, “SOBRE LA VEJEZ”)


Viejos signados con una obra en la frente
que era el canto del gallo en sus mañanas.
Bóvidos formidables uncidos con grúas
y dientes de reja sin labios.
Sus destierros desconocen lenguas
por los callos impermeables de las máquinas.
La muerte les llega tras la siesta o se acomoda
cuando era casi audible el cuerno del otoño.
¿Quién hereda?: El que menos ama.
¿Quién regresa?: El heredero.
¿Qué trae en su baúl inmediato?:
Un cuchillo de piedra.
Perfuma de pedernal una cóncava sandía
implicando con su sangre al maestro
(solitario al que siempre le faltó el as de oros).
El turrón desmigado es otra pista,
el troquel del billete como “oh” sorprendido
ante un Cristo de ojos cerbatana.
Viejos signados con una cruz en la frente.
Julio Obeso

1 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Julio:

Partimos de un lenguaje metarrealista, leemos un poema cuya formidable corporeidad es simbólica y onírica. Caemos por la razón a una gran Isla, sin geografia, sólo música hirviendo de las flautas volcánicas de una inteligencia desbordada en imágenes visionarias.

Estamos en el centro del no lugar, descendimos de la cotidiana realidad a lo germinal, al primer elemento alquímico de la poética, del ser, de lo inestricable. No, no es misterio, sino inalcanzable don, impenetrable circunstancia de lo real.

La vejez apunta siempre al no lugar. En ella se evidencia la rabia de los fracasos y la desesperación de las culpas. También la serena lucidez del olvido selectivo. También la paciente y sabia lentitud.

Un poema el tuyo a releer. Con el se derriban mitos y falsas corduras.

Volveré a este poema, que debes guardar para más adelante releyéndolo de mes en mes. Caeras en la cuenta de su circulo cuadrado, de su espesa transparencia.

¡¡Muy bien, Julius!!

Cuidate bueno,

Tu Victor

P.D.: sigue los pasos intuitivos e imprevisibles de éste escribir último.

 

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