lunes, 25 de febrero de 2008

A MARI CARMEN



mi madre se clavó un día la cesta de planchar
y otro día el mármol blanqueado con vinagre
se le envenenó la sangre y viajó
por sus arterias imaginativas
se le posaron ocho pájaros calculados desde el amor
una melancolía de nueces y algo más tarde o triste
como un crepúsculo que sin llegar a los ojos
encarcelaba con penumbra
¿y si no fuera mortal?
¿y si fuera una prueba?
¿y si dios la estuviese probando?
primero movió un dedo
/las monjas de Sta. Clara sacrificaron un loro/
después el pie que se parecía tanto a la fe
cuando pudo hablar era vieja o al menos cierta niebla:
“soñé con un nogal”
¿y si no fuera una visión?
¿y si dios nunca me hubiese probado?
más allá de la gangrena de la septicemia
mi madre ocupó su hamaca
y agradece cuando regresan sus golondrinas
ahora sí ahora no ahora sí ahora no

Julio Obeso González

4 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

¿cómo se llega de nuevo al claro del bosque, linde de la carretera?

Uno se despista por una tupida y laberíntica olmeda, respira un mapa de olores extraordinarios e intensos, pinta la zancada imposible de un millón de atómos reunidos bajo el nombre de vagabundo y se sube a unas ramas para divisar entre las bandadas de pájaros asfixiados de nubes estivales y el aire rojizo de la tarde el primer litro de materia eterna. Si, una suerte de espada licuosa, voladora, que atraviesa solo a uno de cada setentamil errabundos soñadores.

¿En que salmo de atardecer perdido oí por primera vez su reinante palabra, ese inabarcable mundo de sugerencias, adivinaciones, sinuosas maravillosas y extrambóticos animales?

Era su voz, la del vagabundo extraviado en la belleza sin porqué, una voz que cosía y cosía a la noche una madre de ojos heptasilábicos - Mari Carmen González -.

Si quise en algún momento volver al sueño que es lo cotidiano no supe como. Era el laberíntico bosque de su ardor una esfera dentro de otra. Y las moreras transparentes que sostenían ambas trazaban dibujos parecidos al vuelo de las golondrinas. Ahora si, ahora no.

Podría escribir en la seca corteza de un pino meditambundo o en las anchas hojas del avellano. Y escribiría sobre la voz que levantaba mundos, esferas, bosques, presencias. Pero nunca podría sacarlo de su no lugar. Asi que me deje llevar por su alquímico alboroto de versos, imágenes, miradas hasta que me diluí con el rocío, ya muy entrada la noche de su canto.


Tu Viktor

Ana María Espinosa dijo...

Julillo:

Es muy emocionante tu poema.
La vinculación madre-árbol
hijos-pájaros es una imagen
muy hermosa.

Estará muy emocionada
de su pequeño ruiseñor.

"Quien a buen árbol se acerca
buena sombra le cobija".

Besitos.

Julio Obeso González dijo...

Hay comentarios y comentarios, las palabras cuando nacen para llegar raramente se pierden en el único limbo que reconozco, el olvido. Le pasé ayer las tuyas a mi madre:"Qué suerte tienes -me dijo- de tener amigos así" Y mira, la Mari Carmen es una observadora compulsiva, y levanta actas con la credibilidad de quien ha vivido mucho. A ti te reconoció como uno de los suyos (ya sabes, uno de esos pájaros que acoge su sombra, su corazón sombra); y aunque yo no necesitaba ese espaldarazo, sumo en mi haber un motivo más en esta aventura de ser amigos.
Gracias compi, subo tu comentario como una entrada por dos razones simples: Es poesía y es mía.
Un abrazo proporcionalmente heptasílabo.
Julio.

Julio Obeso González dijo...

Ana, sabes de mi vinculación a esos locos maravillosos que tengo por padres. Siempre pensé en madres-árbol y en los hijos más pájaros que frutos, porque se van y regresan y se van y vuelven con otras vidas al costado de sus alas (ahora si ahora no)Algún día los conocerás.
Estoy preparando algo con imágenes de las obras de mi padre y textos de mi madre, os los pasaré cuando lo tenga.
Gracias de corazón. Mi mejor abrazo y un beso largo.
Julio

 

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