miércoles, 26 de marzo de 2008

-XVII-


no importará la hiedra tan hábilmente

su melena era roja y los domingos

una diadema verde

por eso la mujer cumplía su voto absurdo

y terminó por dejar canas sobre el mármol

apenas visibles:

“aquí yace” etcétera

de tanto doblarse

cayó partida dentro del mismo nicho

nunca más hubo flores ni encontró su sombra

la hiedra salvaje cruza y borra el único nombre

sabe que es mentira.

Julio Obeso González

1 comentarios:

Ana María Espinosa dijo...

No dejaré esta hiedra sin la mirada de mis ojos, esa mujer
reclinada en el mármol por el doblez de tus palabras sin mi
contemplación.

Un abraz oso

 

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