no importará la hiedra tan hábilmente
su melena era roja y los domingos
una diadema verde
por eso la mujer cumplía su voto absurdo
y terminó por dejar canas sobre el mármol
apenas visibles:
“aquí yace” etcétera
de tanto doblarse
cayó partida dentro del mismo nicho
nunca más hubo flores ni encontró su sombra
la hiedra salvaje cruza y borra el único nombre
sabe que es mentira.
Julio Obeso González
1 comentarios:
No dejaré esta hiedra sin la mirada de mis ojos, esa mujer
reclinada en el mármol por el doblez de tus palabras sin mi
contemplación.
Un abraz oso
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